Podemos estar tan inmersos en nuestras agitadas vidas que nos olvidamos de las razones por las que dedicamos tanto tiempo y energía a nuestras actividades diarias. Tener una visión nos da un propósito a través de objetivos, que podemos usar para dirigir y priorizar nuestros esfuerzos. Sin embargo, tener una visión de alto nivel no es suficiente. Por ejemplo, la mayoría de nosotros nos gustaría erradicar la pobreza, pero ¿tenemos el plan adecuado para su aplicación? Este es uno de los pasos donde los líderes no logran hacer del sueño una realidad.
¿Es el plan quitarle a los ricos para dárselo a los pobres, o es el plan aumentar el empleo y la productividad? Cuando definimos el plan es importante que nos basemos en objetivos realistas y recursos sostenibles. ¿Cómo podemos motivar y movilizar a la gran cantidad de participantes necesarias para que el plan se pueda implementar? A veces la visión se pone en marcha en la esperanza de que de alguna manera la gente se dará cuenta de qué hacer. Esto es característico de los líderes que piensan que el éxito depende totalmente de ellos y que es suficiente usar la retórica para imponer una visión. La verdad es que se logran grandes avances en el progreso cuando los corazones y las mentes del colectivo son dedicados a la consecución de una visión.
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